Doré y el triunfo de la verosimilitud


Mónica Cobeta.- En 1865 fue publicada la versión ilustrada de la Biblia realizada por el grabador Gustave Doré, con clara influencia de Durero. Las ilustraciones de la Biblia de Doré fueron y siguen siendo las más populares y difundidas. Se publicó en la ciudad de Tours, Francia, de la mano de una editorial importante, Alfred Mane et Fils, que se dedicaba, sobre todo, a editar libros religiosos. En pocos años se editó en casi todas las demás lenguas europeas y en hebreo.

La gran pasión del artista polifacético Gustave Doré (1832-1883) fue la ilustración de grandes obras de la literatura, convirtiéndose en  uno de los mejores ilustradores de libros del siglo XIX, pero también alcanzó renombre internacional como pintor y escultor. Su avidez, casi impulsiva, por el dibujo llegó a ser un punto de discordia entre sus progenitores, resolviéndose a su favor,  gracias a la intuición de su madre que, al darse cuenta de su gran talento, consiguió que estudiase dibujo y pintura en el liceo Charlemagne de París. Fue en la capital francesa donde su vida y su carrera artística entró en una espiral de éxitos imparables hasta el final de su vida. Con tan sólo 12 años ve publicadas sus primeras litografías sobre Los trabajos de Hércules.



Entre 1852 y 1883 ilustra más de 120 volúmenes en Francia, Inglaterra, Alemania y Rusia, entre los que destacan las obras de Rabelais, la Divina Comedia o El Quijote. En todas ellas fue capaz de captar la esencia de sus sueños, reflejando una detallada interpretación de  las grandes obras literarias y un mágico don que le permitía crear paisajes y personajes de su onírico mundo artístico, muestra de su talento innato. De sus manos salieron ilustres personajes de Balzac, Rabelais, Dante, Cervantes, Edgar A. Poe, los Cuentos de Perrault o las Aventuras de Barón de Münchausen, marcando toda una época en la que grandes artistas románticos vieron una fuente de inagotable inspiración en su extensísima y variada trayectoria artística.

Uno de sus trabajos más influyente fue su visión de la Biblia, con la que alcanzó tal éxito que en 1867 se organizó una gran exposición de sus obras en Londres. Con motivo de este evento se fundó la Doré Gallery en New Bond Street. La historia de la ilustración bíblica llega a su cima de naturalidad con Gustave Doré. Produjo centenares de ilustraciones de gran calidad sobre historias bíblicas que fueron utilizadas en las biblias de numerosas lenguas de la Europa del siglo XIX y más tarde en América. Con sus grabados logró escenas de gran dramatismo y belleza, sobre los momentos cruciales de la leyenda bíblica. Lo más significativo es el hecho de que sus personajes y paisajes alcanzan un gran verismo.  Antes de Doré, los ilustradores de la Biblia no se preocupaban por representar los episodios con cierta verosimulitud histórica, no eran honestos con los detalles del periodo histórico, embelleciendo sus escenas con espléndidos trajes o introduciendo anacronismos.

Doré estudiaba las escenas y los lugares más importantes de la Biblia y los dibujos con detalle, cuidando los atuendos y las actitudes de las gentes de cada historia narrada, teniendo en cuenta la verosimilitud en los trajes, las enfermedades, o las actitudes de los participantes en cada historia. A las imágenes de venganza, celos, violencia y horror de estos relatos, les imprime un carácter que los presenta ante el lector como exquisitos, poéticos y desbordantes. Son composiciones de masas que se despeñan por abismos, cielos tortuosos que abren su paso a la ira divina, a la presencia inmensa de lo que no es capaz de contener su furia y el dolor de estar semidesnudo ante el destino que no tiene piedad. Son imágenes épicas y monumentales, que convierten a esta historia fantástica del origen de la humanidad en un relato que el cine ha imitado y desgastado, evidentemente, sin llegar a superar. Los pastores están dibujados teniendo en cuenta el canon grecolatino; la escena del Paraíso es bucólica y envuelta en un halo místico que se despliega por el bosque; Adán y Eva son hermosos, inconscientes de su sensualidad y los representa con los genitales discretamente cubiertos...



En la consecución de tal perfección, Doré se ayudaba de la mejor escuela de grabados para reproducir sus dibujos. Tenía confianza en algunos grabadores particulares, incluido su amigo H. Pisan, por lo que, a menudo, los nombres de estos grabadores figuran con el del artista al pie de cada ilustración. Al menos se contabilizaban 40 grabados para un total de 230 ilustraciones. Doré dibujaba sobre las planchas con lápiz y pincel, utilizando el lavado para marcar las sombras, convirtiéndose rápidamente en un modelo a seguir. Sus obras se mueven entre el romanticismo y el realismo, sin estar exentos de cierta teatralidad, prodigándose en pronunciados efectos de claroscuro y de finos trazos y consiguiendo representaciones fuertemente expresivas e inmediatas. Estas técnicas ayudaron al artista a crear una atmósfera de misterio y fantasía.

Citado por grandes autores, como Mark Twain, Doré ha influido profundamente en la imaginaria popular, desde las películas de Cecile B. DeMille, hasta las ilustraciones de Edward Gorey. Sus personas y lugares muestran tal realismo que le provocaron críticas en su momento. No obstante, sus ilustraciones resisten el paso del tiempo como magníficas representaciones físicas de importantes acontecimientos bíblicos.