Jacques Callot: artista revolucionario y acérrimo contrarreformista

Jacques Callot nació en la ciudad de Nancy en 1592. Su pasión por el dibujo se manifestó de forma precoz, gracias a su proximidad a artistas de su localidad como Jacques Bellange, Demenge Croq o Israël Henriet. Sin embargo, su inclinación no era compartida por su familia, lo que le indujo a abandonar el hogar paterno e incoporarse a un grupo de gitanos con tan sólo doce años, con la intención de dirigirse a Roma; sin embargo, una vez en la capital italiana fue reconocido por unos amigos de sus padres y devuelto a su ciudad natal. Fue en vano, ya que su falta de vocación por los estudios le espoleó a escaparse de nuevo, esta vez hacia Turín, aunque la escapada no duró mucho. Sea como sea, la pertinacia del muchacho tuvo sus frutos, ya que su padre le colocó como aprendiz del orfebre y grabador Croq; aunque en un principio se estipuló que trabajaría como tal durante un período de cuatro años, lo cierto es que con 16, y dado su evidente talento, se decide que viaje a Italia a estudiar técnicas de grabado.





Así pues, Callot llega a Roma en 1609, donde se reúne con su amigo Israël Henriet, y entra a trabajar en el taller del grabador Philippe Thomassin, donde aprende a manejar el buril. Los primeros trabajos que se le confían son, como era típico de la época, copias de otros artistas, sobre todo obras de temática religiosa. Se cree que durante estos años realiza su serie de estampas sobre los meses del año, así como otra dedicada a las estaciones. Dos años después se traslada a Florencia para incorporarse al taller de Giulio Parigi, protegido de los Médici. En esta época recibe el encargo de grabar quince de los diseños que realizó Antonio Tempesta con motivo de la muerte de María Margarita de Austria, lo cual le permite cultivar por primera vez la técnica del aguafuerte.

A partir de entonces, empieza su época de madurez artística, siendo admitido en el Palacio de los Oficios y recibiendo todo tipo de encargos y acometiendo otros por iniciativa propia, como es el caso de los Caprichos.

En 1621 decide volver a su país, que ya sólo abandonará para efectuar breves viajes (como el que realiza a los Países Bajos), y se consagra a su arte y a implementar nuevas técnicas de grabado que le harán famoso. Esta es la época en la que compone sus planchas sobre el asedio de Breda, o la célebre serie sobre las Miserias de la Guerra. Callot falleció en 1635 a causa de un cáncer de estómago.

La obra de Callot como grabador comprende unas 1.500 piezas de temática variada: episodios religiosos, obras históricas, retratos, paisajes, series como los Suplicios o los Caprichos... Sus innovaciones técnicas y estilísticas influyeron sobre artistas de la talla de Rembrandt o Goya. Su descubrimiento de la utilidad para el aguafuerte del barniz duro y de las mordidas múltiples fue difundida gracias al libro que le dedicó el también grabador Abraham Bosse. Estas innovaciones liberaron al grabador de las limitaciones que sufría y le permitieron, por fin, dedicarse sin miedo al dibujo sobre la plancha. Asimismo, implantó un estilo de trazo más dinámico y una delicadeza tonal más sutil, con una mayor profundidad de campo. Otros grabadores alabaron de él su capacidad para captar todo tipo de detalles con enorme precisión y claridad, así como su fértil inventiva visual, trepidante y llena de dinamismo. Tal fue la repercusión de la obra de Callot, que en una época en la que lo habitual era que los grabadores copiasen a los pintores, se conservan lienzos de artistas que copiaron alguno de sus grabados.

En cuanto a las estampas propiamente religiosas de Callot, hay que destacar que el autor nació en una región de predominio católico, donde además la influencia de Roma era creciente. El propio autor formaba parte de la cofradía de la Inmaculada Concepción, e hizo causa común con el dogma de la Comunión de los Santos propugnada por el Concilio de Trento. No es extraño, pues, encontrar estos temas típicamente contrarreformistas en su producción grabada: entre sus centenares de estampas se incluyen ciclos sobre la Vida de la Madre de Dios, o la amplia serie sobre las vidas de los santos.



En el magnífico catálogo razonado de los grabados de Callot sobre temática religiosa encontramos las siguientes categorías: Antiguo y Nuevo Testamento; parábolas (como la serie sobre el Hijo Pródigo); la Sagrada Familia y la serie sobre la Virgen; los Apóstoles; los santos y vidas de santos; o misceláneas curiosas, como la consagrada a los Mártires de Japón.

Dentro de la subcategoría del Antiguo y el Nuevo Testamento, cabe destacar tres grandes series de estampas:

- La Pasión de Nuestro señor, compuesta por doce estampas de pequeño formato (75 x 55 mm), que ya desde el primer momento fue copiada e imitada de manera recurrente;

- Los Misterios de la Pasión de Nuestro Señor, que incluye trece obras, seis de ellas en formato ovalado de unos 30 cm de diámetro; y

- El Nuevo Testamento, serie que quedó inconclusa por la muerte del artista y que estaba compuesta por once estampas de 84 x 65 mm. En esta serie se incluyó una estampa sobre la conversión de Pedro cuya pertenencia a la serie ha sido discutida por los expertos.




Los títulos de las estampas que componen la serie póstuma sobre el Nuevo Testamento son: Jesús niño entre los doctores, Jesús predica al borde del mar, El sermón de la montaña (en la imagen), Jesús y la mujer adúltera, Jesús perseguido a pedradas, La resurrección de Lázaro, La entrada en Jerusalén, Jesús con los fariseos y la mencionada La conversión de Pedro.

En esta serie encantadora podemos detectar las principales virtudes de Callot, como su frescura al plasmar episodios de considerable hondura religiosa, su trazo suelto y ágil, su empática humanidad y su capacidad para organizar grandes masas sin caer en la confusión, fruto de su dominio técnico.